Un ermitaño estaba sentado en su
cueva, meditando, cuando un ratón se le acercó y se puso a roerle la sandalia.
El ermitaño abrió los ojos, irritado.
—¿Por qué me molestas en mi
meditación?
—Tengo hambre —dijo el ratón.
—Vete de aquí, necio —dijo el
ermitaño—. Estoy buscando la unidad con Dios, ¿cómo te atreves a molestar?
¿Cómo quieres encontrar la unidad
con Dios si ni conmigo puedes sentirte unido?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.